Cómo se caracteriza
la autonomía política
Nada más comenzar la reflexión acerca de la temática elegida,
me gustaría dejar clara la premisa de la que parto, para luego justificarla en
la medida de lo posible con argumentos. Bajo mi punto de vista, el liberalismo
político, defendido por Marta Nussbaum, que matiza alguna de las posturas de
Rawls y Larmore, podría ser el ideal al que aspiran los ciudadanos, pero por
ser ideal es utópico. Dicho liberalismo político, si no me equivoco,
consistiría en un Estado neutral, esto es, un Estado capaz de prescindir de
cualquier posición metafísica, a fin de no favorecer ningún tipo de valores
concretos. Sin embargo, yo me pregunto: ¿hasta qué punto es esto posible? Según
mi opinión, para llevar a cabo tal propósito, el Estado tendría que ser capaz
de obviar, de dejar de lado, todos los valores de una cultura, a fin de
conseguir esa neutralidad. Esta neutralidad consistiría, en parte, con comenzar
desde una especie de tabula rasa. Para dejar de lado los valores de una
cultura, habría que olvidar también la historia de esta cultura e incluso las
necesidades de los individuos de esa sociedad. No obstante, para ser realistas,
¿hasta qué punto podría una cultura olvidarse a sí misma o, dicho de otro modo,
obviar sus a prioris, con el fin de reescribirlo todo de nuevo? La realidad es
que todos los Estados parten de sus a prioris, tienen en cuenta a sus
individuos, además de su historia y cultura y se organizan en base a todo esto.
Sí, sería ideal, pues todos tendrían cabida en ese Estado neutral, sin embargo,
defender la imposibilidad o utopía de un Estado neutral no es dejar fuera a
todos aquellos individuos que no compartan los mismos valores. Aunque también
ideal, es más posible un diálogo.
Partiendo de aquí, es fácil concluir que desde el punto de
vista del liberalismo político, defender la autonomía política de los
individuos ya sería partir de una posición metafísica; los individuos son
autónomos (siempre políticamente hablando) y esa autonomía hay que asegurarla. Según
mi opinión, un Estado neutral no podría decir que el individuo es autónomo, por
tanto, no se vería en la necesidad de defender la autonomía del individuo. Tendría
más sentido hablar de autonomía del individuo en un sistema
liberal-perfeccionista. Ya sabemos que el problema del liberalismo
perfeccionista consistiría en consensuar qué valores tendrían que ser
defendidos y cuáles perseguidos o no admitidos. Pero si hablamos de autonomía
del individuo, damos por hecho en esta reflexión que se ha llegado al consenso
de que existe la necesidad de defender la autonomía del individuo, ya que el
individuo es autónomo.
Un ejemplo que me venía a la mente es el del hecho religioso
en nuestra Constitución Española de 1978. José María Contreras Mazarío dice así
al respecto[1]:
«La Constitución de 1978 ha supuesto
un cambio profundo en las relaciones entre el Estado y el fenómeno religioso,
toda vez que las mismas, por primera vez, van a ser enfocadas desde el terreno
de los derechos y libertades fundamentales, y con ellos desde los principios de
personalización, pluralismo, tolerancia horizontal y participación»[2].
Fijémonos,
pues, que en nuestro caso concreto (ya que estamos intentando aplicarlo a
nuestra Constitución vigente) en el ejemplo del hecho religioso se están
partiendo de cuatro principios. Aunque queramos hablar, pues, de neutralidad
del Estado, no es tan neutral cuando parte de unos principios a priori, que se
consideran oportunos para tratar el fenómeno religioso, que aquí es simplemente
un ejemplo. De igual forma, creo, pasa con la autonomía política del ciudadano.
Es por
eso por lo que mi conclusión personal es que difícilmente podamos llegar a un
liberalismo político tal y como lo plantea Nussbaum. Más posible es un
perfeccionismo político, aunque debamos solucionar el método para llegar al
consenso de unos ciertos valores. Si tuviera, además, que compararlo con
nuestro caso concreto, diría que nuestro Estado no es metafísicamente neutro,
sino que parte claramente de unos principios metafísicos, tal y como hemos
visto en el tratamiento del nuestro ejemplo. Contestando a la pregunta
planteada en el blog: ¿qué respeta exactamente una política que respeta la
autonomía de la gente, desde el punto de vista de un liberalismo político? Yo contestaría,
si respeta la autonomía política de la gente, no es liberalismo político, pues
no podemos considerarlo metafísicamente neutro.
[1] J. Mª. Contreras Mazarío, Gestión pública del hecho religioso en
España, Documento de trabajo 181/2013, Fundación Alternativas, 1-73.
[2] Ibídem, 14. Conviene también consultar
otro artículo que habla de los cuatro principios rectores de la Constitución
Española de 1978, con respecto a este asunto: libertad religiosa, igualdad
religiosa, no confesionalidad del Estado y cooperación con las diversas
confesiones religiosas. Cf. D. Izuzquiza
Regalado, “Religiones en la plaza pública”, Razón y fe (septiembre 2008), 126.