domingo, 31 de enero de 2016

La autonomía política

Cómo se caracteriza la autonomía política

Nada más comenzar la reflexión acerca de la temática elegida, me gustaría dejar clara la premisa de la que parto, para luego justificarla en la medida de lo posible con argumentos. Bajo mi punto de vista, el liberalismo político, defendido por Marta Nussbaum, que matiza alguna de las posturas de Rawls y Larmore, podría ser el ideal al que aspiran los ciudadanos, pero por ser ideal es utópico. Dicho liberalismo político, si no me equivoco, consistiría en un Estado neutral, esto es, un Estado capaz de prescindir de cualquier posición metafísica, a fin de no favorecer ningún tipo de valores concretos. Sin embargo, yo me pregunto: ¿hasta qué punto es esto posible? Según mi opinión, para llevar a cabo tal propósito, el Estado tendría que ser capaz de obviar, de dejar de lado, todos los valores de una cultura, a fin de conseguir esa neutralidad. Esta neutralidad consistiría, en parte, con comenzar desde una especie de tabula rasa. Para dejar de lado los valores de una cultura, habría que olvidar también la historia de esta cultura e incluso las necesidades de los individuos de esa sociedad. No obstante, para ser realistas, ¿hasta qué punto podría una cultura olvidarse a sí misma o, dicho de otro modo, obviar sus a prioris, con el fin de reescribirlo todo de nuevo? La realidad es que todos los Estados parten de sus a prioris, tienen en cuenta a sus individuos, además de su historia y cultura y se organizan en base a todo esto. Sí, sería ideal, pues todos tendrían cabida en ese Estado neutral, sin embargo, defender la imposibilidad o utopía de un Estado neutral no es dejar fuera a todos aquellos individuos que no compartan los mismos valores. Aunque también ideal, es más posible un diálogo.

Partiendo de aquí, es fácil concluir que desde el punto de vista del liberalismo político, defender la autonomía política de los individuos ya sería partir de una posición metafísica; los individuos son autónomos (siempre políticamente hablando) y esa autonomía hay que asegurarla. Según mi opinión, un Estado neutral no podría decir que el individuo es autónomo, por tanto, no se vería en la necesidad de defender la autonomía del individuo. Tendría más sentido hablar de autonomía del individuo en un sistema liberal-perfeccionista. Ya sabemos que el problema del liberalismo perfeccionista consistiría en consensuar qué valores tendrían que ser defendidos y cuáles perseguidos o no admitidos. Pero si hablamos de autonomía del individuo, damos por hecho en esta reflexión que se ha llegado al consenso de que existe la necesidad de defender la autonomía del individuo, ya que el individuo es autónomo.  
Un ejemplo que me venía a la mente es el del hecho religioso en nuestra Constitución Española de 1978. José María Contreras Mazarío dice así al respecto[1]:

«La Constitución de 1978 ha supuesto un cambio profundo en las relaciones entre el Estado y el fenómeno religioso, toda vez que las mismas, por primera vez, van a ser enfocadas desde el terreno de los derechos y libertades fundamentales, y con ellos desde los principios de personalización, pluralismo, tolerancia horizontal y participación»[2].

Fijémonos, pues, que en nuestro caso concreto (ya que estamos intentando aplicarlo a nuestra Constitución vigente) en el ejemplo del hecho religioso se están partiendo de cuatro principios. Aunque queramos hablar, pues, de neutralidad del Estado, no es tan neutral cuando parte de unos principios a priori, que se consideran oportunos para tratar el fenómeno religioso, que aquí es simplemente un ejemplo. De igual forma, creo, pasa con la autonomía política del ciudadano.

Es por eso por lo que mi conclusión personal es que difícilmente podamos llegar a un liberalismo político tal y como lo plantea Nussbaum. Más posible es un perfeccionismo político, aunque debamos solucionar el método para llegar al consenso de unos ciertos valores. Si tuviera, además, que compararlo con nuestro caso concreto, diría que nuestro Estado no es metafísicamente neutro, sino que parte claramente de unos principios metafísicos, tal y como hemos visto en el tratamiento del nuestro ejemplo. Contestando a la pregunta planteada en el blog: ¿qué respeta exactamente una política que respeta la autonomía de la gente, desde el punto de vista de un liberalismo político? Yo contestaría, si respeta la autonomía política de la gente, no es liberalismo político, pues no podemos considerarlo metafísicamente neutro.






[1] J. Mª. Contreras Mazarío, Gestión pública del hecho religioso en España, Documento de trabajo 181/2013, Fundación Alternativas, 1-73.
[2] Ibídem, 14. Conviene también consultar otro artículo que habla de los cuatro principios rectores de la Constitución Española de 1978, con respecto a este asunto: libertad religiosa, igualdad religiosa, no confesionalidad del Estado y cooperación con las diversas confesiones religiosas. Cf. D. Izuzquiza Regalado, “Religiones en la plaza pública”, Razón y fe (septiembre 2008), 126.